Para mis compañeros ingenieros, con quienes recorrimos esta belleza hace ya un tiempito.
Salimos
apurados de Chenonceau y nos dirigimos hacia Azay-le-Rideau. Hay sol
pero el cielo tiene unas nubes altísimas y amenazantes. Por la radio
escuchamos que para esta tarde se espera una gran tormenta...
esperemos evitarla.
Hacia
el siglo 12, en tiempos del rey Felipe Augusto, un caballero nombrado
Ridel (o Rideau) d'Azay construye un castillo en un lugar estratëgico
sobre el rio Indre: a mitad de camino entre Tours y Chinon. No duró
demasiado.
Durante
la guerra de los 100 años, (1418) pasa por allí
el Delfín, que venía huyendo del París ocupado por los borgoñones
y se dirigía hacia las tierras amigas del Armagnac. Parece que a
alguien se le ocurrió insultarlo y el tipo, que no tenía sentido
del humor, hizo quemar el pueblo, arrasar el castillo y ejecutar a
toda su guarnición, unos 350 soldados. Desde entonces y hasta el
siglo 18, al pueblo se lo conoció como Azay le Brulée (el quemado).
Pasamos
al S16. Tiempos más tranquilos, reinado de Francisco 1°. Entra en
escena Gilles Berthelot, alcalde de Tours, financista y tesorero
real. Recorriendo la zona visita el lugar y adquiere los terrenos. En
ellos, en el preciso lugar donde estaba el castillo anterior,
edificará su residencia de descanso. Será algo especial, menos
grandioso que Chenonceau, pero más puro, más integrado al paisaje.
Si lo que quería era llamar la atención, lo logró. Para su desgracia.
Como
don Gilles viajaba mucho, en razón de su trabajo, las obras las
dirigió su esposa, Philippa Lesbahy. La obra continuó desde 1518
hasta 1527, con algunas dificultades porque hubo que hundir gruesos
pilotes en algunos lugares. Además de trasladar la piedra, en
barcazas sobre el río, desde sus lugares de extracción.
En
1527 la construcción se detiene. El castillo, que iba a ser
rectangular con un gran patio central, queda en forma de 'L'. Un
accidente que hoy parece una originalidad.
Sucedió
que el ministro de finanzas, Beaune, fue hallado culpable de desviar
fondos reales, juzgado y ajusticiado. Berthelot, que era primo de
Beaune, poniendo sus barbas en remojo y no estando demasiado seguro
de la blancura de sus cuentas, decide exiliarse. Murió dos años
después.
A
pesar de las protestas de Philippa, Francisco 1° decide confiscar el
castillo para compensarse. Años después se lo regala al caballero
jefe de su guardia personal.
Durante
los siglos 17 y 18, la construcción es completada, su decoración
renovada y recibe varias visitas reales.
La
casa va cambiando de manos...
Luego
de la revolucion, más restauraciones... hasta que hacia fines del S
19, lo compra un comerciante de Tours con el fin de vender su valioso
mobiliario.
Por
fin, en 1905, el Estado decide intervenir y compra la propiedad.
Lentamente se ha ido amueblando y decorando con objetos de época y
hoy es una verdadera joya del Renacimiento en plena región del
Loira.
Tiene
aspecto de castillo de juguete, porque en cierta manera lo es. Sus
torres, almenas, pasillo de guardia, foso y demás detalles son son
sólo decorativos, símbolos del poder feudal usados por un burgués
como muestras de su status.
La
escalera que conecta los distintos niveles tiene tramos rectos. Es la
primera en su tipo en Francia, donde hasta el momento sólo se usaban
en estas construcciones las de caracol.
La
vista exterior es exquisita. El agua, que refleja la estructura, es
parte esencial del encanto de Azay.
En
el interior, son notables la escalera ya mencionada, los techos con
medallones, los salones decorados con buenos tapices y muebles
renacentistas.
En cada cuarto hay descripciones en inglés.
Además puede alquilarse una buena audioguía.
Por
la noche, en verano puede disfrutarse un espectáculo de luz y
sonido. (ticket aparte). Lamentablemente un entarimado usado en los shows afea la vista
desde el jardín, al tapar parte del agua perimetral.
Se
pueden visitar también los áticos, luego de una reciente
restauración. Hay una muestra interesante sobre las técnicas
constructivas de la época.
Fue una visita a las apuradas. Cuando estábamos por la mitad, nos vienen a avisar que todos
los empleados se están yendo en previsión de la gran tormenta que
va a venir. Nosotros queremos completar tranquilos
la visita. No hay pero que valga...
los tipos están decididos a aprovechar el alerta e
irse a sus casas. Y, después de todo, quizá venga nomás la tormenta...
Nos
despedimos de Azay, mi château
favorito. En verdad es una verdadera joya.
Salimos por la ruta con cierto resquemor... finalmente
la famosa tormenta no aparece.
Mañana,
Chaumont, Chambord y Cheverny... pero en posts separados. Nos
acompañan?
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