martes, 16 de febrero de 2016

Azay-le-Rideau y su imagen romántica

#azaylerideau

Para mis compañeros ingenieros, con quienes recorrimos esta belleza hace ya un tiempito.


Salimos apurados de Chenonceau y nos dirigimos hacia Azay-le-Rideau. Hay sol pero el cielo tiene unas nubes altísimas y amenazantes. Por la radio escuchamos que para esta tarde se espera una gran tormenta... esperemos evitarla.

Hacia el siglo 12, en tiempos del rey Felipe Augusto, un caballero nombrado Ridel (o Rideau) d'Azay construye un castillo en un lugar estratëgico sobre el rio Indre: a mitad de camino entre Tours y Chinon. No duró demasiado.
Durante la guerra de los 100 años, (1418) pasa por allí el Delfín, que venía huyendo del París ocupado por los borgoñones y se dirigía hacia las tierras amigas del Armagnac. Parece que a alguien se le ocurrió insultarlo y el tipo, que no tenía sentido del humor, hizo quemar el pueblo, arrasar el castillo y ejecutar a toda su guarnición, unos 350 soldados. Desde entonces y hasta el siglo 18, al pueblo se lo conoció como Azay le Brulée (el quemado).


Pasamos al S16. Tiempos más tranquilos, reinado de Francisco 1°. Entra en escena Gilles Berthelot, alcalde de Tours, financista y tesorero real. Recorriendo la zona visita el lugar y adquiere los terrenos. En ellos, en el preciso lugar donde estaba el castillo anterior, edificará su residencia de descanso. Será algo especial, menos grandioso que Chenonceau, pero más puro, más integrado al paisaje. Si lo que quería era llamar la atención, lo logró. Para su desgracia.

Como don Gilles viajaba mucho, en razón de su trabajo, las obras las dirigió su esposa, Philippa Lesbahy. La obra continuó desde 1518 hasta 1527, con algunas dificultades porque hubo que hundir gruesos pilotes en algunos lugares. Además de trasladar la piedra, en barcazas sobre el río, desde sus lugares de extracción.


En 1527 la construcción se detiene. El castillo, que iba a ser rectangular con un gran patio central, queda en forma de 'L'. Un accidente que hoy parece una originalidad.

Sucedió que el ministro de finanzas, Beaune, fue hallado culpable de desviar fondos reales, juzgado y ajusticiado. Berthelot, que era primo de Beaune, poniendo sus barbas en remojo y no estando demasiado seguro de la blancura de sus cuentas, decide exiliarse. Murió dos años después.
A pesar de las protestas de Philippa, Francisco 1° decide confiscar el castillo para compensarse. Años después se lo regala al caballero jefe de su guardia personal.

Durante los siglos 17 y 18, la construcción es completada, su decoración renovada y recibe varias visitas reales.


La casa va cambiando de manos...
Luego de la revolucion, más restauraciones... hasta que hacia fines del S 19, lo compra un comerciante de Tours con el fin de vender su valioso mobiliario.


Por fin, en 1905, el Estado decide intervenir y compra la propiedad. Lentamente se ha ido amueblando y decorando con objetos de época y hoy es una verdadera joya del Renacimiento en plena región del Loira.


Tiene aspecto de castillo de juguete, porque en cierta manera lo es. Sus torres, almenas, pasillo de guardia, foso y demás detalles son son sólo decorativos, símbolos del poder feudal usados por un burgués como muestras de su status.
La escalera que conecta los distintos niveles tiene tramos rectos. Es la primera en su tipo en Francia, donde hasta el momento sólo se usaban en estas construcciones las de caracol.
La vista exterior es exquisita. El agua, que refleja la estructura, es parte esencial del encanto de Azay.


En el interior, son notables la escalera ya mencionada, los techos con medallones, los salones decorados con buenos tapices y muebles renacentistas. 


En cada cuarto hay descripciones en inglés. 


Además puede alquilarse una buena audioguía.


Por la noche, en verano puede disfrutarse un espectáculo de luz y sonido. (ticket aparte). Lamentablemente un entarimado usado en los shows afea la vista desde el jardín, al tapar parte del agua perimetral.


Se pueden visitar también los áticos, luego de una reciente restauración. Hay una muestra interesante sobre las técnicas constructivas de la época.

Fue una visita a las apuradas. Cuando estábamos por la mitad, nos vienen a avisar que todos los empleados se están yendo en previsión de la gran tormenta que va a venir. Nosotros queremos completar tranquilos la visita. No hay pero que valga... los tipos están decididos a aprovechar el alerta e irse a sus casas. Y, después de todo, quizá venga nomás la tormenta...

Nos despedimos de Azay, mi château favorito. En verdad es una verdadera joya. 

Salimos por la ruta con cierto resquemor... finalmente la famosa tormenta no aparece.

Mañana, Chaumont, Chambord y Cheverny... pero en posts separados. Nos acompañan?

Te gustó? Inscribite más abajo, colocando tu email, para recibir las novedades de Andanzas a medida que se publican... odio el spam tanto como vos, esto queda entre nosotros.
O entrá a curiosear en la versión Facebook de Andanzas Blog de Viajes, y si te interesa, inscribite para estar al tanto de las novedades y de otros viajes!




***

No hay comentarios:

Publicar un comentario