Hoy
visitaremos Chenonceau, el primer castillo de la zona diseñado
especialmente como residencia de placer, y uno de los castillos con más
visitantes en Francia.
No
es para menos. Su imagen, completa con su reflejo sobre el río Cher,
es representativa de toda la zona del Loira. Impecablemente mantenido
por sus propietarios, lleno de flores en verano y con sus hogares a
leña en funcionamiento en invierno, Chenonceau es una visita imperdible. Por eso, las multitudes pueden llegar a ser importantes.
Luego
de un muy buen desayuno en nuestro albergue, salimos con lluvia. Por
consejo de la compañía donde alquilamos el auto (Hertz), pasaremos
por una concesionaria (todos los autos están en garantía) para ver
si nos resuelven el tema de no poder cargar el GPS. Llegamos bajo una
lluvia torrencial. Explicamos nuestro problema al jefe de taller, y para nuestra sorpresa, esperamos una media hora y voilà...
tema resuelto. Cosa de fusibles.
No
hay mal que por bien no venga. Durante los minutos perdidos la lluvia
fue menguando, y cuando nos pusimos en marcha hacia Chenonceaux ya
había cesado. Eso sí, llegamos con cielo gris y amenazante, y así
se mantuvo hasta la tarde. Las fotos mostrarán el cambio.
En
unos minutos llegamos al enorme predio de estacionamiento, de tierra,
y nos dimos cuenta de que íbamos a tener bastante compañía.
TIP:
un consejo que vale siempre: acordarse bien del lugar donde uno deja
su vehículo. Ubicar (foto) una señal, un árbol, un camino,
o tratar de guardar las coordenadas en el GPS. Es muy común en
Francia que los sitios no estén marcados ni numerados y hemos dado
vueltas y vueltas más de una vez buscando nuestro auto. Y no dejar
nada a la vista! Mis consejos para auto aquí.
Desde
allí, son unos 20 minutos hasta el ingreso al château.
Pasamos
por las taquillas... Como ya tenemos nuestras entradas compradas, no
hacemos fila. Aunque también hay máquinas automáticas para su
expendio. La entrada incluye un buen folleto, que conviene, como
siempre, leer antes de comenzar la visita.
TIP:
también hay un audioguide para alquilar, basado en ipod. Se puede
bajar previamente, info aquí.
Obviamente,
como no llegamos temprano, ya hay multitudes. No aprovechamos nuestro
propio consejo!
Desde
allí comienza el parque del castillo.
Pongámonos en ambiente con un poquito de música de la época.
Pongámonos en ambiente con un poquito de música de la época.
Nos
imaginamos ser visitantes en su época de esplendor... por aquí
entrarían los carruajes... a la izquierda iremos viendo jardines y
un laberinto, para paseo y entretenimiento de los invitados...
(también se pueden visitar de noche, con iluminaciones y música,
entrada aparte); a la derecha diversas construcciones de servicio que
hoy son cafeterías, baños, etc.
Finalmente
llegamos a la explanada y torre de entrada, sitio del original molino
fortificado.
Ya
en el siglo 15 existía en el lugar, sobre el río Cher, un molino
fortificado.
Entra
en escena Thomas Bohier, tesorero real, que
sirvió a varios reyes. Le encantó el lugar y quiso comprarlo, pero
el dueño se hacía rogar. Entonces fue comprando los terrenos
adyacentes hasta que por fin pudo hacerse del molino.
Lo mandó demoler, dejando en pie la torre que aún vemos,
remodelada. Y comenzó su plan para construirse una residencia de
descanso.El lugar se estaba poniendo de moda.
La
construcción se realizó entre los años 1513 y 1521, lo que explica
la homogeneidad estilística del edificio.
El
château de las Damas
Chenonceau
se ganó ese sobrenombre por la influencia superlativa que tuvieron siete
mujeres en su historia. Algunas más que otras, algunas tristes,
otras alegres, otras trágicas.
Fue
la primera. Era la esposa de Bohier, y parece que estaba dotada de
condiciones administrativas y, como se diría hoy, de liderazgo. Como
don Thomas viajaba mucho en razón de sus responsabilidades, sobre
todo a Italia, donde había guerra y nuevos dominios franceses para
esa época, Katherine se hizo cargo de la construcción, de los
detalles arquitectónicos que para la época eran avanzados y del
comienzo del amueblamiento y decoración. Entre las novedades
arquitectónicas: cuartos en todos los pisos que daban a un hall
central, bóvedas de cañón, y sobre todo una gran escalera
en estilo italiano (recta) que era mucho más adecuada para el
ingreso de invitados a las recepciones, en lugar de las góticas (en
espiral).
A
la muerte de Bohier y su esposa, sus herederos tuvieron que hacer
frente a una demanda de resarcimiento pues se descubrió que las
cuentas del buen Thomas estaban medio flojitas. O eso se dijo, lo de
la justicia independiente en esa época no era demasiado usado, y el
recurso de confiscar propiedades que gustaban al rey era común.
Cuestión que la propiedad pasó a la corona, y Francisco I° la usó
como coto de caza.
Diana
de Poitiers
Viuda,
noble, y muy rica, de una belleza legendaria,
de gusto exquisito, y con gran habilidad para la administración. Hacia 1538, por
esas cosas de la vida pasó a ser la amante del joven delfín que
años después sería el rey Enrique II, quien entonces tenía 19
años. Diana, 20 años más que él.
Enrique
ya estaba casado con Catalina de Médicis, quien se tomaba la cosa en
serio y nunca pudo ver a Diana.
Cuando
fue rey, Enrique la consultaba en asuntos de estado. Su influencia
creció constantemente, lo mismo que el odio de Catalina.
En el château hay un retrato de Diana, como la mitológica Diana Cazadora, pintado por Francesco Primaticcio.
Diana
se entusiasmó con Chenonceau. Con una maniobra de contabilidad
creativa, se puso en subasta la propiedad y Diana la compró, con sus
ahorros.
Allí
pasó la mayor parte de su tiempo, e hizo construir el gran jardín
del Este, frente al castillo, y también el famoso puente de cinco
arcos sobre el río, que había estado en los planes de Bohier pero
había quedado postergado.
En
1559 al rey Enrique se le ocurre participar en un torneo
caballeresco, y es derribado de un lanzazo. Muere de las heridas recibidas poco después.
Es
el momento esperado para la postergada reina.
Catalina
de Médicis
Catalina
tiene tres hijos que podrán ser reyes a su mayoría de edad. Y está
dispuesta a ejercer su regencia (y luego su papel de reina madre)
como una verdadera reina. (en beneficio de los chicos, claro)
Como
Diana estaba tan enamorada de Chenonceau, la humilla obligándola a
cedérselo. A cambio, le da el castillo de Chaumont. Además, la
obliga a devolver las joyas que en su momento le regalara Enrique.
Como
una maldad menor, hizo retirar el cuadro de Primaticcio del
dormitorio que ocupara Diana, reemplazándolo con el suyo. Pero nunca
ocupó ese cuarto.
Diana
nunca vivió en Chaumont, retirándose a otra de sus propiedades, el
castillo de Anet, donde murió en 1766, a los 67 años. Todavía una
singular belleza según cuentan.
Luego
Catalina se dedica a construir poder para asegurar la monarquía.
Como buena de' Medici, le encantan las artes y la magnificencia.
Ofrece
fastuosos entretenimientos en Chenonceau, que incluyen banquetes,
bailes, mascaradas, fuegos artificiales y hasta representaciones de
batallas navales en el río Cher.
Dispone
alteraciones y agregados en Chenonceau. Agrega cariátides a la
fachada, un jardín enfrente del de Diana, y hace construir dos pisos
sobre el puente, donde tendrá lugar suficiente para hacer sus
recepciones, que por supuesto también le servían para recolectar
información...
Pasamos
ahora a una dama trágica:
Catalina
dió Chenonceau a su nuera Luisa, esposa del rey Enrique III, su
hijo. Tras la temprana muerte de éste tras un atentado, Luisa se
retiró allí y se vistió de blanco (color de luto según la
etiqueta real), por lo cual se la conoció como la Reina Blanca o
la Dama Blanca. Además, hizo decorar su dormitorio completamente de
color negro, inclusive el techo.
Pasó
sus últimos años dedicada la lectura, la aguja (de bordar) y la oración.
Luego
de varios pases de mano, en el siglo 18 la propiedad llega a Dupin,
un granjero devenido general y financista, a la sazón tesorero real.
Pero la que le dio un giro especial a Chenonceau fue su esposa, Louise Marie Madeleine Fontaine, más conocida como
Pero la que le dio un giro especial a Chenonceau fue su esposa, Louise Marie Madeleine Fontaine, más conocida como
De
gran belleza y encanto, se destacó por sus dotes intelectuales y por
interesarse por el mundo de las ideas. Mantuvo 'salones literarios'
que frecuentaron Voltaire, Fontenelle, Marivaux, Montesquieu,
Buffon...
Estos
salones eran un entretenimiento de las elites y contribuyeron
decisivamente a la propagación de nuevas ideas sociales y políticas.
Durante
unos años Rousseau fue tutor de su joven hijastro, para quien
escribió su ensayo sobre educación 'Emile', y también fue empleado
como secretario por Dupin y Mme. Dupin.
Ella
misma escribía, colaborando en obras de su marido y trabajando en un
volumen sobre ideas feministas que tituló 'Sobre la igualdad de
hombres y mujeres'. Nunca se animó a publicarlo.
Su
involucramiento intelectual en el 'Siglo de las Luces', que en
Francia terminaría tan dramáticamente, fue lo que le permitió
navegar bastante bien los acontecimientos de la revolución.
Con
eso y el afecto de la gente sencilla del pueblo cercano pudo mantener
a salvo a Chenonceau, a pesar de que varios miembros de la familia de
su marido conocieron la prisión.
La
última morada de Louise es una sencilla tumba en el bosque de
Chenonceau.
Pasan
los años... llega el turno de
Nacida
Margarita Wilson, heredera de una cuantiosa fortuna, casada y
separada del médico Pelouze, adquiere en 1864 el castillo.
Proveniente de la burguesía industrial y aficionada a las
antigüedades, dedica su vida a restaurarlo y devolverlo a su gloria
pasada. Catalina de Médicis había hecho algunas modificaciones y reformas que fueron revertidas. Como las famosas cariátides en la fachada, que Mme. Pelouze hizo trasladar al parque, mejorando
la homogeneidad visual. Dio fiestas al estilo de aquella época, y en
una oportunidad Claude Debussy tocó allí con una orquesta de
cámara ad-hoc.
Finalmente
la acumulación de deudas y un escándalo financiero protagonizado
por un hermano cierran este ciclo de restauración.
Luego
de pasar por las manos de un latinoamericano y su familia, diputado
por Cuba a las Cortes Españolas, el castillo es adquirido en 1913
por Henri Menier, acaudalado industrial y dueño de la Chocolatería
Menier. La familia sigue administrando esta joya del Loira hasta
nuestros días.
Por
lo que se puede ver, de forma impecable.
Las
guías y los libros históricos hablan de seis mujeres importantes en
el devenir de Chenonceau. La guía que se entrega a la entrada, muy
completa, de calidad e incluída en el precio de la entrada, habla de
una séptima, y creo que vale la pena mencionarla. Dedicarse a salvar
vidas lo merece, a mi juicio.
Durante la Primera Guerra Mundial, los dueños convirtieron el castillo en hospital de campaña. Lo mismo hicieron unos cuantos castellanos más.
La gran sala, que atraviesa el río Cher, sirvió de sala general donde
convalecieron en total 2254 heridos.
La
enfermera jefa era Simone, miembro de la
familia.
Como
hemos referido en otro lugar, durante la Segunda Guerra, el límite
entre la Francia ocupada por Alemania y la Francia 'libre' era el rio
Cher, así que este lugar fue testigo de unos cuantos intercambios de
prisioneros.
Luego de esta digresión histórica, seguimos con la visita...
A
mi gusto, los exteriores de la mayoría de los castillos son más
interesantes que los interiores. Hay que tener en cuenta que para la
mayoría el tiempo no ha pasado en vano, hubo guerras, revoluciones,
arreglos, agregados, cambios de gustos... aquí en Chenonceau, como
en otros lugares, la restauración ha sido exquisita y los muebles y
demás decoraciones interiores corresponden a la época. Pero claro,
sin garantía!
Habíamos
llegado hasta la explanada de entrada. Nos recibe la torre, única
construcción del molino original que los Bohier dejaron en pie,
agregándole una parte superior en estilo renacentista. Se puede ver a simple vista la diferencia en la terminación de los muros.
Seguimos
y entramos al cuerpo principal. Es notable la monumental puerta de
roble, con las marcas de los dueños originales.
Adentro,
todo muy organizado... hay que circular en sentido horario, pasando
por la sala de guardia, (notables las baldosas cerca de las paredes,
cuyo dibujo original ha sobrevivido las pisadas de siglos)
la
capilla, el dormitorio de Diana, donde vemos el cuadro de Catalina, sobre un hogar con las iniciales reales... Henri y Catalina! Tomá esa! Y otros dormitorios reales con estupendos tapices.
La
Gran Galería cruza el río. Aquí estaba la sala principal en el
hospital montado durante la 1° Guerra. Cuando en 1650 Luis 14 visitó
el castillo, le gustaron tanto las esculturas que rellenaban los
nichos que se las llevó para Versailles.
Aquí
Catalina (contemporánea de Isablel I de Inglaterra) organizaba sus fastuosas recepciones.
Con
equipamiento 'state-of-the-art' (siglo 16), y ubicada a nivel del
río, en previsión de incendios y también para contribuír a la
calefacción de los pisos superiores.
La
escalera recta, toda una novedad cuando se construyó, nos lleva a
más dormitorios reales...
Un
balcón al frente nos permite vistas de los jardines de Diana y
Catalina.
Los
muros exteriores tienen 6 m de espesor. En pasillos y corredores se notan interesantes detalles.
Por
ningún lado se ven baños, ni cañerías. No hacían falta.
Sirvientes se hacían cargo de la recolección, traslado y
disposición final de cualquier cosa que hoy necesitaría cañerías...
las paredes albergan pasadizos por donde circulaban las personas
dedicadas al servicio de la casa casi sin ser vistos. También escapes
de los numerosos hogares que mantenían calefaccionados los
ambientes... el aire caliente calentaba las paredes.
****
Salimos.
Damos unas vueltas por los jardines, admirando el exterior... y
pensando en todo lo que hemos visto y oído.
No
mucho tiempo, ya va siendo hora de comer algo.
Para
esto hay opciones para distintos presupuestos. Una cafetería, una
crêperie, un restaurant... y, si es la hora del té, también se lo
puede hacer con elegancia.
Desafiamos
las multitudes que a esta hora tienen la misma idea fija que
nosotros, y comemos algo en la cafetería.
****
Ah... una última duda: Chenonceau o Chenonceaux?
El primero es el castillo, el segundo, el pueblito cercano.
****
Nos
queda tiempo... vamos a intentar llegar a Azay-le-Rideau antes de que cierren.
Nos
vemos!
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Ha sido un placer la lectura del viaje que me ha permitido viajar al menos con la imaginación y los sentimientos propios del viajero, algo que también tengo fruto de otros viajes. He conocido unos 40 castillos de Europa y justo este tan único se me pasó. Y eso por no haber leído antes escritos como éste. Felicitaciones Enrique. Me he quedado hurgando en los recovecos de la historia y las monarquías! Y ahora sólo me resta tener la dicha de poder viajar a conocer ese Castillo de las 7 damas en la post pandemia! Muchas gracias!
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