Son las 6 de la mañana... no suena el despertador... eficiencia del hotel... sólo mi sexto sentido me hace despertar unos diez minutos antes, me visto despacito y me voy a tomar el desayuno, para luego partir hacia el puerto. El grupo está esperando y a las 7 partimos, con un día esplendoroso y un viento oeste que nos va a favorecer.
Hoy vamos a visitar (por la superficie) el Parque Interjurisdiccional Marino Isla Pingüino.
(complicado nombre que se debe a que abarca areas nacionales y provinciales)
Sale el bote y lo primero que pasamos es una islita rocosa con colonia de lobos marinos. Luego cormoranes grises, cormoranes roqueros (no rockeros), también conocidos como de cuello negro; cormoranes reales e imperiales... palomas antárticas, petreles gigantes, gaviotas, gaviotines... volando o pescando en zonas donde se nota que hay buena pesca.
Buscamos y encontramos toninas overas, que como ayer juegan cerca de la embarcación.
Finalmente, luego de una hora de viaje sereno, llegamos a la isla. Allí hay más oleaje y el bote se empieza a mover... justo se me ocurre acomodar el bolso mirando hacia abajo... pequeño mareo sin consecuencias.
El desembarco es cosa difícil, el bote se arrima a la costa rocosa y hay que bajar evitando que el rolido te haga meter el pie en el agua... recompuesto el grupo, dejamos los salvavidas y comenzamos la vuelta por la isla, que es muy pequeña.
El faro que otrora alumbraba y evitaba naufragios entre estas rocas está en deplorables condiciones. La isla fue explotada como lobería desde 1790, hay unos restos de los refugios usados y calderas y otros utensilios más recientes. También cantidad de huesos, pues sólo se utilizaba la piel y la grasa de los lobos, transformada en aceite.
Seguimos y aparece una colonia de pingüinos de Magallanes, que como ya comenté producen ahora poca maravilla, pobrecitos.
Más adelante llegamos al objetivo central del viaje: los pingüinos de penacho amarillo (rock-hopper penguins), que tienen aquí uno de sus pocos apostaderos. Son más chiquitos, ágiles y agresivos, especialmente si defienden su nido, que hacen con unas piedritas entre las rocas. Es cómico y tierno verlos traer en el pico una piedrita y ponerla en el nido ceremoniosamente.
Vimos cómo les dan de comer los padres a los pichones, regurgitando lo que han tragado en su viaje al mar.
Los adultos tienen cejas amarillas y penachos con pelos amarillos que van siendo más largos con la edad, o sea los jóvenes tienen penachos cortos. A esos nadie les da bola pues ya no son pichones y tienen que rebuscárselas por su cuenta en el mar para comer, y no son lo suficientemente experimentados para formar una pareja, y si se acercan demasiado a un nido reciben picotazos de los desconfiados padres de familia.
Les gusta bañarse, así que cuando no tienen nada mejor que hacer, se los ve en pozas dándose baños y luego alisándose las plumas.
Luego de estar entre estos simpáticos animalitos más de una hora, seguimos a ver otras cosas, atravesando una pequeña planicie.
Peligro! Nos atacan los escúas!
Esta ave marina, como una gaviota marrón, es predadora y muy agresiva cuando está criando y ahora es época. Los nidos están al ras del suelo rocoso, y las crías andan por allí, como pollitos amarillos. La pareja, al defender su nido, efectúa vuelos rasantes, y te pueden llegar a pegar en la cabeza con un ala. Así que la técnica para evitarlo es andar con un brazo en alto, que el ave esquiva a último momento...
Esto de levantar la mano es difícil para un fotógrafo, pero logré atravesar el llanito indemne. Lo que no pude fue ir al baño luego, por los mismos ataques....
Finalmente, luego de un almuerzo de sandwiches de miga volvemos a la ría y a Puerto Deseado.
Súbitamente se nubla, se levanta algo de viento y hace frío! Pero todos los pasajeros del bote coincidimos en que valió la pena.
¡Por fin aparecieron las fotos!.
ResponderEliminar¿Porqué tan temprano si oscurece tan tarde en esa región? será por aquel aforisismo "de al pp pero temprano"...Una vez más compruebo que la virazón en nuestras costas es una constante en cualquier latitud y aunque no lo cuentes estimo que el viaje de regreso debió ser algo más movido.
Estos pajarracos no saben de buenos modales ni de necesidades humanas, de ellos recuerdo una anécdota muy graciosa que le sucedió a una señora muy floripondiosa y algo distraída cuando se acerco a un nido. Primero la amedrentaron y luego le mordieron el lugar dónde la espalda cambia de nombre. Muy bochornoso para la paqueta turista. Yo tal vez en un lugar con escúas no me arriesgaria por más que ganas que tenga.....