Osorno |
Luego de cumplida nuestra estadía en Villa La Angostura, con pesar nos despedimos y enfilamos por el paso Samoré hacia Chile. Todo el camino, pavimentado, es un placer. Amaneció lluvioso, así que de a ratos caen unas gotas y permanece nublado...
Los trámites aduaneros y de migraciones, un mal necesario? Mmmm.... Las colas son interminables. Se ven cosas insólitas, como una mujer presentado la documentacion de su familia (eran 8, entre hijos y nietos) con poderes y todo... pero no estaban allí en la ventanilla... la funcionaria se limitó a revisar los papeles y sellar donde habia que sellar... dale que va. Del lado de acá, el baño de caballeros estaba 'cerrado por limpieza'... menos mal que luego vienen muchos kilometros de soledad...
Eso sí, del lado de allá es muy rigurosa la inspección fitosanitaria, hay también perros que olisquean pero no sé si es por la carne fresca o por las drogas. De eso, realmente, no me puedo quejar, porque si tienen una zona limpia, mejor que la conserven. Ojalá se hiciera igual de nuestro lado.
El camino, como decía, es un placer. Nos vamos adentrando en la selva valdiviana, mucha humedad; y vamos ganando altura, los oídos se tapan. Mucha lenga, incluso renovales en gran cantidad junto a la ruta. Helechos inmensos, nalca... Vemos pasar algunos caminantes o jinetes, se van apantallando con alguna ropa, están espantando a los tábanos que de este lado parecen helicópteros.
Luego empieza la bajada, y aparecen los campos cultivados. Es curioso ver las banquinas cubiertas de amancay, y detrás, alambrados y campos con trigo, maiz, grandes fardos de alguna forrajera, o ganado.
A pesar de estar muy nublado, a la izquierda vemos la imponente figura del volcán Puntiagudo. Es una suerte, sabremos después, porque no volveremos a ver ningún volcán...
Finalmente ingresamos en Osorno, y decidimos almorzar algo en el centro. No se puede viajar con el estómago vacio, no?
En la próxima les contamos...
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