Antes
de comenzar nuestro viaje, ya habíamos reservado, via web, nuestros
pasajes York-Londres, en un servicio ferroviario de alta velocidad. En #Londres y
en #York no es necesario el auto, así que como recordarán ya lo
habíamos devuelto al llegar a York.
Nos
vamos a la estación, sin apuro, a esperar la partida del nuestro. Disfrutamos de la estación, una joya victoriana perfectamente bien mantenida y dotada de la última tecnología.
Aparte
de trenes a multitud de otros lugares, hay uno a Londres cada media
hora... así que a cada rato veíamos Londres en los carteles
luminosos, pero no se trataba del nuestro! Cuando al fin llegó, la partida
sería en otro andén diferente al previamente anunciado, con lo cual
debimos hacer una corrida para alcanzarlo. Los trenes quedan pocos
minutos en el andén, entran y salen rápidamente para hacer lugar a
otros. Hay que avivarse, y nosotros no estamos acostumbrados!
Finalmente
el moderno dragón se pone en movimiento. Al contrario de los
monstruos de otrora, éste es silencioso, se mueve con rapidez y casi
no tiembla ni se bambolea. Y ciertamente, no tira chispas!
El
viaje es sumamente agradable, los asientos cómodos. De vez en cuando
pasa un carrito ofreciendo café, té o bebidas. Dentro de los coches, el nivel de ruido es muy bajo. El único punto
flojo son los baños, que podrían estar más aseados...
Se
suceden los bonitos paisajes, las colinas de York van dejando
suavemente el escenario y el terreno se vuelve más plano. Mucha
agricultura... como contraste, vemos tres centrales nucleares.
Luego
de seis paradas (quién dijo que un tren de alta velocidad no puede
parar de vez en cuando?) llegamos en dos horas a la estación londinense de King's
Cross, por
supuesto exactamente en horario.
Un taxi nos dejará en nuestro hotel. Si bien está bastante cerca, con las valijas no es cosa de destruirse el cuerpo, al que vamos a necesitar mucho en los próximos días, que dedicaremos a Londres.
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