Llegó finalmente el día señalado y volamos desde Buenos Aires a París via Madrid, por Iberia.
Siempre
tratamos de elegir una aerolínea que esté asociada a una de las dos
que reciben nuestras 'millas' de viajero, de manera de ir ahorrando
para futuros viajes.
A
veces un vuelo es placentero. A veces, no tanto. Es el precio que hay
que pagar para llegar a un destino, por lo menos si se viaja en clase
económica. Que cada vez es más económica, sobre todo en las
dimensiones de los pasillos, los asientos y el espacio para las
rodillas. Escaso aún para los tipos de mediana estatura como yo.
Espera
infinita para registrar un nuevo lente en la aduana. Al llegar mi
turno, la funcionaria me firmó el papel sin mirar el lente. Me
siento un poquito estafado...
Embarcamos.
El mismo desorden de siempre... los altavoces repiten varias veces
que sólo embarcarán las filas tal a cual... y la puerta está
trabada con pasajeros que tienen en sus manos boarding-passes
de filas que no han sido convocadas.
Esto
antes era una costumbre de pasajeros argentinos pero también estamos
empezando a observar este comportamiento en otras latitudes
supuestamente más civilizadas. Nunca lo pude entender, en vista de
las interminables horas que nos esperan. Creo que la desesperación
de la gente tiene que ver con conseguir espacio para guardar su
equipaje de mano... Moraleja: llevar lo menos posible siempre es
beneficioso.
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Por
fin despegamos.
'Et
par avion? Quelle émotion! L'avion trepide, decole et s'eleve'
La
frase estaba en mi libro de primer año de francés, en una lectura
acerca de las distintas formas de ir de vacaciones. Registrada en un
remoto casillero de mi memoria, salta ahora al frente y la voy
musicalizando a medida de que vamos ganando altura.
Cuando ya estamos en crucero nos sirven la cena, bastante buena. El problema
con los vuelos diurnos a Europa es que luego, cuando se hace bien de noche,
tu fisiología espera algo más contundente que el escaso sanguchito
que la empresa está dispuesta a brindarte. Ya hemos cenado, y corresponde un pequeño refrigerio...
A través de la noche
iremos subsistiendo gracias a sucesivos viajes a la parte trasera de
la máquina donde pedimos galletitas y algún jugo de naranja.
El
viaje es tranquilo. Hoy los vientos son favorables y no hay
movimientos desagradables.
Sin
embargo, no puedo dormir. A veces cabeceo un poco, pero nada más.
Cómo envidio a esas personas que no hacen más que subir y ya están
roncando! Parece que no fueran a despertar ni bajo fuego antiaéreo.
Me
pongo a pensar... estamos sobre el mar. Palpo el salvavidas bajo el
asiento. El cerebrito me juega en contra. Ahora recuerdo, en forma medio deshilachada, unos versos
de Fernando Pessoa:
Ó
mar salgado, quanto do teu sal
São lágrimas de Portugal!
Por te cruzarmos, quantas mães choraram,
Quantos filhos em vão rezaram!
Quantas noivas ficaram por casar
Para que fosses nosso, ó mar!
Valeu a pena? Tudo vale a pena
Se a alma não é pequena.
(Oh mar salado, cuánta de tu sal
Son lágrimas de Portugal!
Por cruzarte, cuántas madres lloraron,
Cuántos hijos en vano rezaron,
Cuántas novias quedaron por casar
Para que fueses nuestro, oh mar!
Valió la pena? Todo vale la pena
Si el alma no es pequeña.)
Por te cruzarmos, quantas mães choraram,
Quantos filhos em vão rezaram!
Quantas noivas ficaram por casar
Para que fosses nosso, ó mar!
Valeu a pena? Tudo vale a pena
Se a alma não é pequena.
(Oh mar salado, cuánta de tu sal
Son lágrimas de Portugal!
Por cruzarte, cuántas madres lloraron,
Cuántos hijos en vano rezaron,
Cuántas novias quedaron por casar
Para que fueses nuestro, oh mar!
Valió la pena? Todo vale la pena
Si el alma no es pequeña.)
Se
refieren, por supuesto, a los peligros de la navegación en la época de los
descubrimientos... en el zumbido constante del avión cobran una
actualidad que no incita al sueño. Es extraño, no tengo miedo a
volar... y el vuelo, como ya comenté, es plácido. Es Morfeo, con la ayuda del mini-asiento en económica, el
culpable por negarme sus favores!
Con
las primeras luces viene un desayuno que despeja los malos
entresueños.
Ahora aprecio más que ya no son semanas, ni días, sino horas lo que hace falta aguantar la incomodidad para viajar! Por otra parte, es infinitamente más seguro...
Ahora aprecio más que ya no son semanas, ni días, sino horas lo que hace falta aguantar la incomodidad para viajar! Por otra parte, es infinitamente más seguro...
Y,
después de todo, como dice el poeta: todo vale la pena si el alma no
es pequeña.
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Aterrizamos
en Madrid, donde tenemos que esperar nuestro próximo vuelo a París.
Son
las 7 de la mañana. El ingreso a la Comunidad Europea, sin ningún
sobresalto. La funcionaria nos selló los pasaportes sin casi
mirarnos.
Luego
de una noche con dieta de galletitas, buscamos un bar y nos pedimos
un café con leche, un sanguchito de ibérico y un pastel de nata,
estilo portugués. Lo bueno fue el ibérico. El café con leche fue
algo inusual, especialmente para Madrid: lo sirvieron de una jarra,
ya mezclado! Increíble. Y del pastel de nata, ni hablar... nada que
ver con los de Lisboa.
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Todo
pasa, así que llegamos a París. Juntamos nuestro equipaje y
buscamos la oficina para retirar nuestro auto de alquiler. Parece
mentira, hemos alquilado en una compañía de primer orden
(estudiando bien las ofertas, no es más caro) y tenemos que hacer
más de 100 metros a la intemperie para llegar a su garage. Y si
estuviera lloviendo, o nevando? Inexplicable. Y estamos en París!
Por
supuesto que el auto que habíamos preferido no lo tenían. Insisten
con uno más grande, con la experiencia anterior no queremos saber
nada. Probamos dos o tres, al final acepto un Renault que me elogian
con el argumento de que tiene GPS incorporado... después resultó
que le faltaba el chip correspondiente! En fin, no se puede perder
más tiempo, lo aceptamos y nos vamos, camino a Rouen.
Ya basta de rezongos, estamos en Francia, a disfrutar!
En
la próxima, comentaremos algunos aspectos del alquiler de autos y en
general del viaje sobre cuatro ruedas en Francia.
Gracias
por mantener la sintonía!
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