sábado, 7 de diciembre de 2013

Piccadilly Circus... y el Tube - #Londres

Nos bajamos del bus en Piccadilly Circus. Ya empezaba a anochecer y estaba fresquito. Allá arriba, en el segundo piso del hopon-hopoff, se empezaba a poner desagradable. Se imponía un descanso y cambio de ritmo.
Así que comenzamos por tomarnos un buen cream tea en una patisserie.
Bien descansados, salimos y nos sumergimos en la marea humana de este lugar que da la impresión de ser el punto de encuentro de toda la humanidad.
Ya se ha hecho de noche. Es viernes, y se nota que para mucha gente es ocasión de salida. Multitudes. Mucha juventud, muchos turistas, mucho castellano, mucho portugés y mucho japonés. Está fresco, y sin embargo buena parte de las chicas usa minúsculos vestiditos sin breteles.

Icono de la ciudad, este cruce de calles con rotonda central (circus) se caracteriza por su tránsito, sus luces, sus multitudes y la fuente central en honor del conde de Shaftesbury. Político, filántropo e impulsor de varias leyes laborales en tiempos victorianos. Corona la fuente una escultura realizada en aluminio, novedad tecnológica para su época. Se trata de Anteros, hermano de Eros, que simboliza el amor correspondido. También se lo conoce oficialmente como el 'Angel de la Caridad Cristiana'.  Pero la gente insiste en llamarla Eros, un nombre evidentemente con más sex-appeal.

Cuesta distinguir el sentido de la circulación... la marea humana avanza como el oleaje, a veces para un lado, a veces para otro...
Cuántas de estas personas serán nacidas y criadas aquí?
Porque la inmensa mayoría de los negocios está orientada a los turistas. Las mismas chucherías made in China se venden en todos lados: las cajas de lata conteniendo caramelos, té o galletitas, con la forma de una cabina de teléfóno o un bus de dos pisos, íconos de Londres, son ubicuas. Lo mismo que las banderitas británicas o la iconografía de los Beatles.
Aparte de negocios abiertos todo el día, hay pubs, casas de té, restaurantes, teatros, y sobre todo, una densa humanidad.
Primera noche en Londres! Es un choque grande... hasta ahora casi siempre hemos circulado por pequeños pueblos o ciudades muy manejables...
Caminamos embobados, porque el despliegue de luces y la cantidad de gente atraen como imanes.
Me acuerdo de la exquisita exageración de Samuel Johnson: When a man is tired of London, he is tired of life, for there is in London all that life can afford. (cuando un hombre está cansado de Londres, está cansado de la vida, porque hay en Londres todo cuanto la vida puede brindar). No sé porqué don Samuel no incluyó a las mujeres, pero algo de eso hay.
Y, aunque una vida no sería suficiente para conocer Londres del todo, uno se empieza a ubicar en el zumbido permanente y en la asombrosa variedad de esta colmena.
Un interesante video que muestra esta zona a través del tiempo:
  
Al fin, el frío y el cansancio del día nos vencen y decidimos volvernos al hotel.
Para eso, qué mejor que el subterráneo (Underground o Tube).

El automóvil particular casi ha desaparecido del centro neurálgico de Londres, gracias a la eficiencia de los transportes públicos: Tube, buses y taxis, y también a las fuertes multas que se aplican a los incautos que ingresan.
El costo del Tube, si se compra un solo ticket, es probablemente el más alto del mundo. Claro que hay muchas opciones para conseguir descuentos, de manera que el precio full sólo lo paga quien no necesite hacer más de unos pocos viajes. 

TIP: para los demás, varias posibilidades. Elegimos comprar Oyster Cards, tarjetas plásticas recargables con un chip incorporado. Los viajes se cobran de acuerdo a las distancias recorridas, por lo que hay que pasar la tarjeta por un lector a la entrada y salida de las estaciones. Si queda saldo al terminar la visita, se puede pedir el reintegro (es inmediato), o guardar la tarjeta para una próxima vez, o para que la use algún amigo.
En las estaciones, la mayor parte de las transacciones se efectúan por máquinas automáticas, y para 2014 se piensa eliminar por completo las ventanillas con personal.

Con todo esto sabido, nos metemos en la estación. Ahora empiezan las dificultades de la vida real... es viernes por la noche, y en ninguna boletería hay humanos a la vista. Las máquinas que aceptan monedas no dan vuelto. O no toman billetes. O viceversa. O las que expenden boletos de papel no dan Oyster cards... O no nos aceptan nuestras tarjetas de crédito. Luego de unos cuantos minutos de zozobra, conseguimos dar con la máquina exacta y nos vamos con nuestra 'ostra'.

La estación del tube está muy cerca del hotel... un conveniente supermercadito nos vende unos exquisitos sandwiches de prosciuto, ensalada de frutas y bebidas que nos permiten hacer un bonito picnic en nuestra habitación. Caemos rendidos... pensar que esta mañana estábamos en York!

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