Ya estamos en la pequeña isla de Mont Saint Michel.
Como vimos en el post anterior, nuestra primera prioridad será visitar la #abadía. Cruzamos el puente.
Como vimos en el post anterior, nuestra primera prioridad será visitar la #abadía. Cruzamos el puente.
Por si lo necesitás, a la entrada nomás está el Centro de Información, con mapas, baños y horario de las mareas.
La opción más directa para subir es tomar la calle principal. También la más incómoda en temporada y en ciertas horas del dia. Tiene algún encanto, como la mayoría de los antiguos pueblitos franceses, cuando hay poca gente, pero en general no da para mucho.
Más aconsejable para la subida es el camino de ronda, a lo largo de las murallas que rodean en forma circular al pueblo y la abadía. Tomando hacia la derecha, luego de atravesar la puerta amurallada, vamos por el lado más bajo que da al agua. La calle vuelve por arriba de la Grand Rue. Para bajar, ya la cosa será más fácil y si la multitud lo permite es factible tomar la Grand Rue. Es todo muy chico y hay escaleras que conectan los distintos niveles. Con un mapita que conseguís en el Centro de Información, a la entrada, te ubicás enseguida.
Vayamos despacio, la subida nos tomará entre 20 y 30 minutos.
Por fin, llegamos a la Abadía.
Pagamos nuestra entrada. Una vez que te vas, el ticket pierde validez, aunque te podés quedar todo lo que quieras, inclusive después de las 19hs, cuando en verano todo se ilumina y hay música. En la iglesia abacial hay misas a las 12.25 salvo los lunes.
Al ingresar, en Accueil (recepción) se exhiben varias maquetas del Monte en sus distintas épocas históricas. Hay excelentes audioguías disponibles, y también visitas guiadas, a veces en inglés. Gratis, pero una propina se espera.
La visita es bastante dirigida, Hay un sentido lógico de circulación de la gente, aunque es posible volver sobre tus pasos.
Desde la Terraza Oeste hay una maravillosa vista de la bahía. Hacia un lado Normandía, hacia el otro, Bretaña.
La iglesia abacial. Por fin alcanzamos el objetivo de millones de peregrinos. Una pequeña estatua de San Miguel, con su lanza para vencer dragones y su balanza para pesar almas, nos da la bienvenida desde un pilar a la izquierda del altar, con sus herramientas listas.
La iglesia abacial. Por fin alcanzamos el objetivo de millones de peregrinos. Una pequeña estatua de San Miguel, con su lanza para vencer dragones y su balanza para pesar almas, nos da la bienvenida desde un pilar a la izquierda del altar, con sus herramientas listas.
Luego pasamos al Claustro, lugar de retiro y meditación para los monjes y también de cultivo de hierbas aromáticas y medicinales. Todo aquí recordaba al jardín del Edén, hasta las decoraciones entre columnas, con bajorelieves de plantas. La curiosa disposición de las columnas asegura una mejor distribución del peso del techo.
Es el turno ahora del Refectorio, donde los monjes hacían sus comidas y también se alimentaban, en silencio, de la Palabra, mientras uno de ellos leía pasajes bíblicos en un púlpito. Observamos las columnas, que con su forma rectangular dejan pasar la luz y son a su vez masivas. Soportan un gran arco, impresionante para su época.
Bajamos
ahora unas escaleras y vemos un bajorelieve
del Santo Arcángel.
Curioso
porque ilustra la leyenda sobre los orígenes del Monte, que ya
mencionamos. Pero con más detalles. Porque como el bueno del obispo
Aubert no confió en su sueño luego de que San Miguel se le
apareciera dos veces, en una tercera éste le golpeó la cabeza con
su pulgar. Tan fuerte fue el golpe que al opispo le quedó una marca
que no pudo luego negar.
Tras
más escaleras, pasamos al Salón de
Huéspedes, donde eran agasajados
los visitantes de acuerdo a su dignidad, es decir, podía haber allí
comida y bedida en cantidad y calidad. Los monjes seguían una via
simple, de acuerdo a la regla de San Benito: 'ora et labora', o sea,
ora y trabaja.
Este
salón, en cambio, tenía su techo decorado en azul real con
estrellas doradas... como la Sainte-Chapelle de París, más
posterior.
En
el Salón de los Grandes Pilares,
estamos bajo el ábside de la
iglesia. Cuatro criptas soportaban la estructura superior, la
predecesora de ésta se derrumbó en 1421 y la reconstruyeron bien
sobredimensionada, para no errarle.
La
Cripta de Saint
Martin, del
siglo 11, con gruesas paredes y casi sin aberturas, soporta como las
otras el peso de las construcciones superiores.
Osario
y rueda elevadora.
Como
el lugar para el cementerio de los monjes era muy pequeño, a veces
era necesario desalojar a sus ocupantes para hacer lugar a nuevos
huéspedes. De manera que sus huesos eran acomodados con respeto en
este Osario.
La
rueda elevadora
se usaba para la construcción y luego para subir a las alturas
diversas mercaderías. Obreros primero, luego monjes y por último
presidiarios, en grupos de seis, caminaban dentro y la hacían rotar,
a la manera de hamsters. Gruesas sogas sujetaban trineos que eran
elevados por un plano inclinado.
Finalizamos
en el Scriptorium
o Salón de los Caballeros.
Aquí
trabajaban los monjes copiando e iluminando manuscritos.
Después
pasamos por el consabido Gift Shop y
alcanzamos la salida al
Jardín.
Desde
aquí tenemos unas vistas impresionantes hacia arriba y podemos
apreciar porqué este edificio recibió el nombre de Le
Merveille (la maravilla)
desde
el siglo 13. Una verdadera representación del mundo medieval, con
diferentes niveles para la gente común, los VIPs y el clero.
Hemos completado nuestra visita a la famosa Abadía.
Ahora, a disfrutar las horas que nos quedan vagando por el pueblito, apreciando los paisajes y restaurándonos. Mantengan la sintonía, ya viene la última parte!
Ahora, a disfrutar las horas que nos quedan vagando por el pueblito, apreciando los paisajes y restaurándonos. Mantengan la sintonía, ya viene la última parte!
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